El grupo de chicos entra a la discoteca dejando fuera a las
dos chicas sorprendidas. Dentro, se sitúan donde siempre, un rincón cercano a
una de las barras donde suele haber espacio suficiente como para bailar, hablar
y hacer alguna que otra tontería entre amigos. Joss se lo está pasando en grande,
pues veinticinco años no se cumplen todos los días. Es un día especial y quiere
compartirlo con sus amigos. Joss nunca ha tenido una relación duradera.
Prefiere, tal y como él dice, “disfrutar de todo lo que se pueda antes que
conformarse con algo y perderse todo lo demás”. Él mismo se autoproclama el
soltero de oro. Joss tiene una piel suave y clara, y su pelo es de un color
rubio oscuro que brilla bajo el sol. Lo lleva un poco largo, bajo las orejas, y
el flequillo hacia el lado. Suele tener bastantes admiradoras en los sitios que
frecuenta. Enrique y Joss se tienen un cariño especial. Cuando Enrique quedó
huérfano, Joss fue uno de sus principales pilares de apoyo. Estuvo a su lado en
el momento más difícil de su vida y Enrique le estará eternamente agradecido.
Entre el alcohol y la felicidad del momento, Joss no deja de bailar con una y
otra chica. Es entonces cuando advierte, apoyadas en la barra, a las dos
bonitas muchachas que vio en la puerta.
-
Hola preciosas.- Joss las saluda con aire seductor.
-
Hola.- Contestan a la vez.
-
Sólo quería deciros que he hecho que mi amigo os
permitiese entrar porque he considerado que nadie podía privarse de la
presencia de dos mujeres tan perfectas.- Joss apoya una mano en la barra de
manera que acorrala a Ariela entre él y Alba y acerca su cara a ella.
-
¡Buah! Por favor…- Alba pone los ojos en blanco y se
gira hacia el otro lado apoyándose sobre la barra con el codo, y tapándose la
cara con su mano derecha. Sólo le
faltaba el baboso de turno.
-
¿En serio?- Ariela sonríe tímidamente y mira hacia el
suelo.- Pues ha sido un detalle muy bonito.
Alba se gira rápidamente para mirar a su amiga. No se lo
puede creer. Vuelve a mirar hacia arriba y vuelve a girarse. Entre sus manos
sostiene un vaso de tubo que contiene ron Captain Morgan y Coca-cola. Ariela y
Joss entablan conversación, así que Alba baila sola con la espalda apoyada en
la barra.
En el grupo de amigos, Enrique nota que falta alguien.
Lleva mucho tiempo sin salir, no termina de estar cómodo, así que prefiere
charlar con Joss, pero ha dejado de verlo revoloteando alrededor de las jóvenes
que hay cerca. Lo busca alzando la cabeza y mirando en diferentes direcciones,
pero no hay rastro de él. Enrique se apoya en la barra. Suspira. Desearía estar
en casa tumbado en la cama sin nada que hacer. Está en uno de esos momentos en
los que todo le sabe a nada. Un momento en el que “bien” no es suficiente. Todo
es insípido, neutro. Enrique se encuentra en una etapa de su vida en la que se
cree incapaz de volver a sentir. Pero entonces, en el momento justo en el que
crees estar acostado sobre la más honda profundidad, aparece alguien. Y cuando
su mirada se cruza con los ojos de una chica, todo se para. Es algo mágico. Las
agujas de su reloj se han detenido en seco y han parado con ellas el tiempo.
Todo es silencio. Las personas que bailaban alocadamente ahora parecen
petrificadas. Menos ella. Ella que lo mira fijamente en un instante y desvía la
mirada. Ella, que advierte que la mira y frunce el ceño, curiosa. Ella, que
devuelve una sonrisa. Ella…Alba.
Aparentemente está sola, pero cuando se fija mejor, Enrique
advierte que el chico de al lado es Joss, así que decide acercarse a ellos.
-
Hola.- Saluda mirando a Alba. Habla directamente en
español. Esta se limita a esbozar una sonrisa fugaz y mira a otro lado. Se gira
sobre sí misma y da ligeramente la espalda a Enrique, dejando a la vista su
hombro descubierto. Enrique no puede evitar fijarse en los destellos dorados de
su piel morena. Decide tocarle en el
hombro, a pesar de la falta de cortesía que ha demostrado Alba. – Disculpa. ¿Os
está molestando?
-
No, a mí no. Y a ella, a la vista está que no le
molesta mucho.
-
Bueno, es amigo mío, si en algún momento se pone
pesado, avísame.
-
Tranquilo, sabemos apañárnoslas, pero gracias.
Enrique agacha la cabeza simulando una reverencia y hace
ademán de marcharse mientras sonríe.
-
Oye.- Alba lo llama. Ha advertido que es guapísimo, y
además su cara le resulta familiar.
-
¿Sí?- Enrique se gira curioso.
-
Eh… ¿Habéis venido solos?- Alba titubea un poco.
La sonrisa de Enrique es traviesa. Por primera vez desde
hace mucho tiempo siente seguridad al hablar con una chica. Una chica
atractiva. Hoy se siente capaz de entablar una amistad con ella.
-
¿Solos? ¿Te refieres a él y a mí, o que si hemos venido
con parejas?- Alba levanta sólo una ceja y mira a Enrique de arriba abajo.
-
¿Y exactamente qué te ha hecho pensar que puedo estar
interesada en si tienes novia? Lo decía porque si habíais venido los dos solos,
creo que vas a pasar la noche tú solo. Él ya ha encontrado compañía.- Dice
estas palabras mientras con su cabeza señala a Joss y Ariela, que hablan y ríen
continuamente. – Lo decía por si querías quedarte aquí.
-
Ya, que no quieres estar sola. Está bien, me quedaré
contigo, pero entonces me deberás un favor. –Parece resignado al hablar.
-
¿Qué? Yo no he dicho eso.- Alba pasa por delante de él
y le roza el pecho con el hombro. Se sitúa en mitad de la pista y comienza a
bailar. En ocasiones se gira y lo mira, a veces sonriente y niña, otras,
sensual y mujer. Enrique entiende que lo está invitando a bailar.
Se acerca a ella en la medida de lo
posible. La música no es la más apropiada para bailar cerca. Ella es muy
seductora, baila a compás de hip-hop con golpes de cadera, pecho y hombros. Él
baila mientras la observa sonriente. La ve realmente atractiva. Cada vez se
acercan más. Alba se da la vuelta y baila de espaldas a él. Él le pasa la mano
por el hombro y le pregunta al oído:
-
¿Y te llamas?
-
Alba.- Contesta mirándole a los ojos.- ¿Tú?
-
Enrique.
-
¿Eres español?- Alba se alegra ante tal posibilidad.
-
No, soy inglés, pero mis padres eran mejicanos.
-
Pues no tienes acento.
-
Ya, nunca he vivido en Méjico. Oye, este no es un buen
sitio para hablar, ¿Te apetece salir a dar un paseo?- Alba sonríe de forma
traviesa, entorna los ojos tratando de adivinar las intenciones de Enrique,
pero ha bebido bastante y no se lo piensa.
Enrique recoge del grupo de sus amigos su bufanda y su
abrigo. Alba se acerca a la barra y coge su cazadora. Ariela y Joss aún siguen
coqueteando.
-
Ari, estoy un poco agobiada, te espero fuera ¿vale? No
tardes mucho.
-
No, no, espera, voy contigo, ¿cómo te voy a dejar sola?
-
Tranquila, no voy sola, acaba tu conversación, dale tu
número y sal cuando quieras.- Alba da un beso a Ari en la mejilla.- Suerte
pequeña.
-
Gracias.- Ariela sonríe, se da la vuelta y vuelve junto
a Joss. Este saluda con la cabeza a Enrique.
Alba y Enrique caminan por la calle en silencio. Es difícil
volver a romper el hielo. Ambos se sienten algo incómodos, aunque ninguno de
ellos desearía estar en otro lugar. No se explican cómo, pero han congeniado a
la perfección gracias a apenas unas palabras. Es extraño, incluso asusta. Pero
se supone que así es el amor, surge de un instante, sin explicación… por eso se
sabe que es amor.
Alba, que nunca ha creído en los flechazos, que consideraba
el amor a primera vista un invento de aquellos que tratan de conquistar a todas
las mujeres. Alba, que jamás entregó su corazón a nadie… Siente que esta podría
ser la oportunidad de vivir una historia como tantas de las que ha leído, de
vivir una historia de amor.
Aunque perdió toda la fe que tenía en el amor, y juró no
enamorarse jamás, Enrique se ha quedado prendado de ella. La observa en
silencio mientras pasean. “Es preciosa”, piensa. Comienza a dudar sobre su lema
“la mayor mentira que pudo haberse
inventado es el amor”. Quizá sea posible… quizá exista de verdad… cuando
encuentras a la persona adecuada.
Vuelve a mirarla. Alba tiene la nariz roja a causa del
frío, sus mejillas también están sonrosadas y aprieta sus labios, gruesos y
rosados, para no tiritar. La naturaleza los perfiló perfectamente dándoles un
aire sensual y seductor. Aún lleva gloss en ellos, lo que les hace brillar cada
vez que la luz de alguna farola los alumbra. Alba se da cuenta de que los ojos
de Enrique están clavados en ella.
-
¡Eh! ¿Qué miras?- le pregunta risueña.
-
Eh… nada, nada.
-
¿Nada? Me estabas mirando… ¿Qué pasa?
-
Tu nariz.
-
¿Mi nariz?- Se lleva la mano a ella y se la tapa.- ¿Qué
pasa con mi nariz?
-
Está roja por el frío. Y tus labios.
-
¿Están rojos?
-
No…los miraba. Son preciosos.
-
Ah…- Esta vez se toca con la yema de los dedos los
labios.- Gracias.- Sonríe dulcemente mirándole a los ojos. Con la misma mano,
acaricia los labios de Enrique.- Los tuyos también me gustan.- Sin darle tiempo
a responder, baja la mano y se sienta en la acera.
-
¿Estás cansada?
-
Sí, bastante. Y muerta de frío.
-
Anda, ven.- Enrique se sienta a su lado y comienza a
quitarse el abrigo. Alba lo detiene apoyando su mano el pecho de Enrique.
-
Oye, no hace falta, no me vas a impresionar más por eso
y hace un frío horrible, no te lo quites.
-
Tendré que abrazarte entonces.
-
Qué remedio.- La bonita sonrisa de Alba hace entender a
Enrique que un abrazo es lo que ella desea, así que no hace más que rodearla
con sus brazos y frotar sus manos contra la piel de su chaqueta para darle
calor.
Alba se extraña. “¿Qué estoy haciendo?” piensa. “¿De dónde
ha surgido esta confianza tan repentina? ¡Estoy abrazada a un tío que acabo de
conocer!” Y como si Ariela hubiese captado en la distancia la necesidad de
Alba, escribe por whatsapp y hace sonar el móvil:
“Salgo ya, nos vemos en la puerta.”
Enrique y Alba los esperan allí para cuando van a salir.
Con dos besos en la mejilla se despiden los unos de los otros.
-
Puedo acercaros a casa. Tengo el coche cerca.- Se
ofrece Enrique.
-
No, gracias, no hace falta, cogeremos un taxi.-
interviene Alba.
-
En serio, no me cuesta nada.
-
Ya lo sé, pero preferimos ir en taxi, ¿verdad?- Alba
mira fijamente a Ari.
-
Sí, nos gustan los taxis.- Asiente.
-
Vale, vale, hasta otra entonces.
-
Adiós chicos.
-
Alba.
-
¿Qué?- Alba ya estaba de espaldas y ha tenido que
girarse para mirar a Enrique. Este instante ha producido un flechazo
inexplicable en el corazón de él, y ahora es cuando verdaderamente ha apreciado
del todo la exótica belleza de Alba.
-
Espero verte pronto.
-
Yo también.- Y con una sonrisa que deja resplandecer su
blanca dentadura, sube al taxi, que lejos de los colores que muestran algunos,
este es de un negro reluciente.
Esperan verse pronto. Lo mejor de todo es que no saben que
la fuerza del destino es inmensa, y que, de verdad, se verán mucho antes de lo
que imaginan.
Antes de que el coche comience a andar, una chica hace una
señal desde la calle. El taxista baja la ventanilla y le contesta señalándonos
con el dedo indicándole que el taxi ya está ocupado.
-
Disculpe- Dice la chica mientras asoma su cabeza por la
ventanilla del conductor.- No quisiera molestar, pero voy a Camden, si no va
muy lejos de allí podría dejarme cerca, preferiría no tener que coger un taxi
sola.- Por su acento sabemos que tampoco
es inglesa.
-
Nosotras también vamos a Camden, no nos importa, puedes
venir con nosotras.- Le indica Ari.
-
Está bien, sube.- Le indica el taxista.
-
Gracias chicas, no soy de aquí y me daba algo de miedo
ir sola a casa. Prefería hacerlo con vosotras.
-
No te preocupes, nosotras también preferimos estar
acompañadas, tampoco somos de aquí. ¿De dónde eres?
-
Soy de Argentina.
-
¡Anda!- Automáticamente comenzamos a hablar en
castellano- Yo soy española, y ella venezolana.
-
¿En serio? ¿Y qué hacéis por aquí?
-
Estamos en la compañía de ballet México. – Indica
Ariela.
-
¿De verdad? ¡Yo también! De hecho, os recordaba de
algo, pero no lograba saber de qué.
-
Bueno, yo soy Alba, ella es Ariela.
-
Ari.- Corrige.
-
Encantada, soy Paola. Entonces, nos veremos el lunes,
¿no? Tengo unas ganas enormes de empezar.
-
Sí, nosotras también. Por cierto, ¿por qué parte de
Camden vives?
-
Es un hostal, aún no he encontrado nada definitivo.
El recorrido termina pronto, así que bajan del taxi en
mitad de la conversación.
-
Encantada de conocerte Paola.- Le dice Ari.- Te vemos
el lunes.
-
Eso espero, ciao.
-
Adiós.
Ari y Alba comienzan a andar en dirección a casa. Paola lo
hace en otra dirección.