jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 7. Segunda Parte.


El grupo de chicos entra a la discoteca dejando fuera a las dos chicas sorprendidas. Dentro, se sitúan donde siempre, un rincón cercano a una de las barras donde suele haber espacio suficiente como para bailar, hablar y hacer alguna que otra tontería entre amigos. Joss se lo está pasando en grande, pues veinticinco años no se cumplen todos los días. Es un día especial y quiere compartirlo con sus amigos. Joss nunca ha tenido una relación duradera. Prefiere, tal y como él dice, “disfrutar de todo lo que se pueda antes que conformarse con algo y perderse todo lo demás”. Él mismo se autoproclama el soltero de oro. Joss tiene una piel suave y clara, y su pelo es de un color rubio oscuro que brilla bajo el sol. Lo lleva un poco largo, bajo las orejas, y el flequillo hacia el lado. Suele tener bastantes admiradoras en los sitios que frecuenta. Enrique y Joss se tienen un cariño especial. Cuando Enrique quedó huérfano, Joss fue uno de sus principales pilares de apoyo. Estuvo a su lado en el momento más difícil de su vida y Enrique le estará eternamente agradecido. Entre el alcohol y la felicidad del momento, Joss no deja de bailar con una y otra chica. Es entonces cuando advierte, apoyadas en la barra, a las dos bonitas muchachas que vio en la puerta.

-          Hola preciosas.- Joss las saluda con aire seductor.
-          Hola.- Contestan a la vez.
-          Sólo quería deciros que he hecho que mi amigo os permitiese entrar porque he considerado que nadie podía privarse de la presencia de dos mujeres tan perfectas.- Joss apoya una mano en la barra de manera que acorrala a Ariela entre él y Alba y acerca su cara a ella.
-          ¡Buah! Por favor…- Alba pone los ojos en blanco y se gira hacia el otro lado apoyándose sobre la barra con el codo, y tapándose la cara con su mano derecha.  Sólo le faltaba el baboso de turno.
-          ¿En serio?- Ariela sonríe tímidamente y mira hacia el suelo.- Pues ha sido un detalle muy bonito.

Alba se gira rápidamente para mirar a su amiga. No se lo puede creer. Vuelve a mirar hacia arriba y vuelve a girarse. Entre sus manos sostiene un vaso de tubo que contiene ron Captain Morgan y Coca-cola. Ariela y Joss entablan conversación, así que Alba baila sola con la espalda apoyada en la barra.

En el grupo de amigos, Enrique nota que falta alguien. Lleva mucho tiempo sin salir, no termina de estar cómodo, así que prefiere charlar con Joss, pero ha dejado de verlo revoloteando alrededor de las jóvenes que hay cerca. Lo busca alzando la cabeza y mirando en diferentes direcciones, pero no hay rastro de él. Enrique se apoya en la barra. Suspira. Desearía estar en casa tumbado en la cama sin nada que hacer. Está en uno de esos momentos en los que todo le sabe a nada. Un momento en el que “bien” no es suficiente. Todo es insípido, neutro. Enrique se encuentra en una etapa de su vida en la que se cree incapaz de volver a sentir. Pero entonces, en el momento justo en el que crees estar acostado sobre la más honda profundidad, aparece alguien. Y cuando su mirada se cruza con los ojos de una chica, todo se para. Es algo mágico. Las agujas de su reloj se han detenido en seco y han parado con ellas el tiempo. Todo es silencio. Las personas que bailaban alocadamente ahora parecen petrificadas. Menos ella. Ella que lo mira fijamente en un instante y desvía la mirada. Ella, que advierte que la mira y frunce el ceño, curiosa. Ella, que devuelve una sonrisa. Ella…Alba.

Aparentemente está sola, pero cuando se fija mejor, Enrique advierte que el chico de al lado es Joss, así que decide acercarse a ellos.
-          Hola.- Saluda mirando a Alba. Habla directamente en español. Esta se limita a esbozar una sonrisa fugaz y mira a otro lado. Se gira sobre sí misma y da ligeramente la espalda a Enrique, dejando a la vista su hombro descubierto. Enrique no puede evitar fijarse en los destellos dorados de su piel morena.  Decide tocarle en el hombro, a pesar de la falta de cortesía que ha demostrado Alba. – Disculpa. ¿Os está molestando?
-          No, a mí no. Y a ella, a la vista está que no le molesta mucho.
-          Bueno, es amigo mío, si en algún momento se pone pesado, avísame.
-          Tranquilo, sabemos apañárnoslas, pero gracias.

Enrique agacha la cabeza simulando una reverencia y hace ademán de marcharse mientras sonríe.
-          Oye.- Alba lo llama. Ha advertido que es guapísimo, y además su cara le resulta familiar.
-          ¿Sí?- Enrique se gira curioso.
-          Eh… ¿Habéis venido solos?- Alba titubea un poco.

La sonrisa de Enrique es traviesa. Por primera vez desde hace mucho tiempo siente seguridad al hablar con una chica. Una chica atractiva. Hoy se siente capaz de entablar una amistad con ella.

-          ¿Solos? ¿Te refieres a él y a mí, o que si hemos venido con parejas?- Alba levanta sólo una ceja y mira a Enrique de arriba abajo.
-          ¿Y exactamente qué te ha hecho pensar que puedo estar interesada en si tienes novia? Lo decía porque si habíais venido los dos solos, creo que vas a pasar la noche tú solo. Él ya ha encontrado compañía.- Dice estas palabras mientras con su cabeza señala a Joss y Ariela, que hablan y ríen continuamente. – Lo decía por si querías quedarte aquí.
-          Ya, que no quieres estar sola. Está bien, me quedaré contigo, pero entonces me deberás un favor. –Parece resignado al hablar.
-          ¿Qué? Yo no he dicho eso.- Alba pasa por delante de él y le roza el pecho con el hombro. Se sitúa en mitad de la pista y comienza a bailar. En ocasiones se gira y lo mira, a veces sonriente y niña, otras, sensual y mujer. Enrique entiende que lo está invitando a bailar.

Se acerca a ella en la medida de lo posible. La música no es la más apropiada para bailar cerca. Ella es muy seductora, baila a compás de hip-hop con golpes de cadera, pecho y hombros. Él baila mientras la observa sonriente. La ve realmente atractiva. Cada vez se acercan más. Alba se da la vuelta y baila de espaldas a él. Él le pasa la mano por el hombro y le pregunta al oído:
-          ¿Y te llamas?
-          Alba.- Contesta mirándole a los ojos.- ¿Tú?
-          Enrique.
-          ¿Eres español?- Alba se alegra ante tal posibilidad.
-          No, soy inglés, pero mis padres eran mejicanos.
-          Pues no tienes acento.
-          Ya, nunca he vivido en Méjico. Oye, este no es un buen sitio para hablar, ¿Te apetece salir a dar un paseo?- Alba sonríe de forma traviesa, entorna los ojos tratando de adivinar las intenciones de Enrique, pero ha bebido bastante y no se lo piensa.

Enrique recoge del grupo de sus amigos su bufanda y su abrigo. Alba se acerca a la barra y coge su cazadora. Ariela y Joss aún siguen coqueteando.
-          Ari, estoy un poco agobiada, te espero fuera ¿vale? No tardes mucho.
-          No, no, espera, voy contigo, ¿cómo te voy a dejar sola?
-          Tranquila, no voy sola, acaba tu conversación, dale tu número y sal cuando quieras.- Alba da un beso a Ari en la mejilla.- Suerte pequeña.
-          Gracias.- Ariela sonríe, se da la vuelta y vuelve junto a Joss. Este saluda con la cabeza a Enrique.

Alba y Enrique caminan por la calle en silencio. Es difícil volver a romper el hielo. Ambos se sienten algo incómodos, aunque ninguno de ellos desearía estar en otro lugar. No se explican cómo, pero han congeniado a la perfección gracias a apenas unas palabras. Es extraño, incluso asusta. Pero se supone que así es el amor, surge de un instante, sin explicación… por eso se sabe que es amor.
Alba, que nunca ha creído en los flechazos, que consideraba el amor a primera vista un invento de aquellos que tratan de conquistar a todas las mujeres. Alba, que jamás entregó su corazón a nadie… Siente que esta podría ser la oportunidad de vivir una historia como tantas de las que ha leído, de vivir una historia de amor.
Aunque perdió toda la fe que tenía en el amor, y juró no enamorarse jamás, Enrique se ha quedado prendado de ella. La observa en silencio mientras pasean. “Es preciosa”, piensa. Comienza a dudar sobre su lema “la mayor mentira que pudo haberse inventado es el amor”. Quizá sea posible… quizá exista de verdad… cuando encuentras a la persona adecuada.

Vuelve a mirarla. Alba tiene la nariz roja a causa del frío, sus mejillas también están sonrosadas y aprieta sus labios, gruesos y rosados, para no tiritar. La naturaleza los perfiló perfectamente dándoles un aire sensual y seductor. Aún lleva gloss en ellos, lo que les hace brillar cada vez que la luz de alguna farola los alumbra. Alba se da cuenta de que los ojos de Enrique están clavados en ella.
-          ¡Eh! ¿Qué miras?- le pregunta risueña.
-          Eh… nada, nada.
-          ¿Nada? Me estabas mirando… ¿Qué pasa?
-          Tu nariz.
-          ¿Mi nariz?- Se lleva la mano a ella y se la tapa.- ¿Qué pasa con mi nariz?
-          Está roja por el frío. Y tus labios.
-          ¿Están rojos?
-          No…los miraba. Son preciosos.
-          Ah…- Esta vez se toca con la yema de los dedos los labios.- Gracias.- Sonríe dulcemente mirándole a los ojos. Con la misma mano, acaricia los labios de Enrique.- Los tuyos también me gustan.- Sin darle tiempo a responder, baja la mano y se sienta en la acera.
-          ¿Estás cansada?
-          Sí, bastante. Y muerta de frío.
-          Anda, ven.- Enrique se sienta a su lado y comienza a quitarse el abrigo. Alba lo detiene apoyando su mano el pecho de Enrique.
-          Oye, no hace falta, no me vas a impresionar más por eso y hace un frío horrible, no te lo quites.
-          Tendré que abrazarte entonces.
-          Qué remedio.- La bonita sonrisa de Alba hace entender a Enrique que un abrazo es lo que ella desea, así que no hace más que rodearla con sus brazos y frotar sus manos contra la piel de su chaqueta para darle calor.

Alba se extraña. “¿Qué estoy haciendo?” piensa. “¿De dónde ha surgido esta confianza tan repentina? ¡Estoy abrazada a un tío que acabo de conocer!” Y como si Ariela hubiese captado en la distancia la necesidad de Alba, escribe por whatsapp y hace sonar el móvil:
 “Salgo ya, nos vemos en la puerta.”

Enrique y Alba los esperan allí para cuando van a salir. Con dos besos en la mejilla se despiden los unos de los otros.
-          Puedo acercaros a casa. Tengo el coche cerca.- Se ofrece Enrique.
-          No, gracias, no hace falta, cogeremos un taxi.- interviene Alba.
-          En serio, no me cuesta nada.
-          Ya lo sé, pero preferimos ir en taxi, ¿verdad?- Alba mira fijamente a Ari.
-          Sí, nos gustan los taxis.- Asiente.
-          Vale, vale, hasta otra entonces.
-          Adiós chicos.
-          Alba.
-          ¿Qué?- Alba ya estaba de espaldas y ha tenido que girarse para mirar a Enrique. Este instante ha producido un flechazo inexplicable en el corazón de él, y ahora es cuando verdaderamente ha apreciado del todo la exótica belleza de Alba.
-          Espero verte pronto.
-          Yo también.- Y con una sonrisa que deja resplandecer su blanca dentadura, sube al taxi, que lejos de los colores que muestran algunos, este es de un negro reluciente.

Esperan verse pronto. Lo mejor de todo es que no saben que la fuerza del destino es inmensa, y que, de verdad, se verán mucho antes de lo que imaginan.
Antes de que el coche comience a andar, una chica hace una señal desde la calle. El taxista baja la ventanilla y le contesta señalándonos con el dedo indicándole que el taxi ya está ocupado.

-          Disculpe- Dice la chica mientras asoma su cabeza por la ventanilla del conductor.- No quisiera molestar, pero voy a Camden, si no va muy lejos de allí podría dejarme cerca, preferiría no tener que coger un taxi sola.- Por su acento  sabemos que tampoco es inglesa.
-          Nosotras también vamos a Camden, no nos importa, puedes venir con nosotras.- Le indica Ari.
-          Está bien, sube.- Le indica el taxista.
-          Gracias chicas, no soy de aquí y me daba algo de miedo ir sola a casa. Prefería hacerlo con vosotras.
-          No te preocupes, nosotras también preferimos estar acompañadas, tampoco somos de aquí. ¿De dónde eres?
-          Soy de Argentina.
-          ¡Anda!- Automáticamente comenzamos a hablar en castellano- Yo soy española, y ella venezolana.
-          ¿En serio? ¿Y qué hacéis por aquí?
-          Estamos en la compañía de ballet México. – Indica Ariela.
-          ¿De verdad? ¡Yo también! De hecho, os recordaba de algo, pero no lograba saber de qué.
-          Bueno, yo soy Alba, ella es Ariela.
-          Ari.- Corrige.
-          Encantada, soy Paola. Entonces, nos veremos el lunes, ¿no? Tengo unas ganas enormes de empezar.
-          Sí, nosotras también. Por cierto, ¿por qué parte de Camden vives?
-          Es un hostal, aún no he encontrado nada definitivo.

El recorrido termina pronto, así que bajan del taxi en mitad de la conversación.
-          Encantada de conocerte Paola.- Le dice Ari.- Te vemos el lunes.
-          Eso espero, ciao.
-          Adiós.

Ari y Alba comienzan a andar en dirección a casa. Paola lo hace en otra dirección. 

Capítulo 7. Primera Parte


Tribunal Superior de Justicia. Madrid, España.
-          Ella fue una víctima más. Es familiar de una de las desaparecidas. Sin embargo, sus acciones no se realizaron por venganza, sino por desesperanza. Mi cliente no fue movida por el rencor, sino por la esperanza de encontrar a su hermana.
Las circunstancias acontecidas no responden a un plan diseñado por ella. Sino al acatamiento de órdenes. Como sabemos, ella ya pertenecía a los cuerpos de seguridad españoles, y si bien es cierto que solicitó su inclusión en la operación policial que en el momento estamos juzgando, no podemos probar que lo hiciera bajo el fin último de cometer tales asesinatos por los que se la juzga. Como ella, otros profesionales solicitaron su participación. Pasó unas duras pruebas de selección y fue entrenada, como todos los demás. Para demostrarlo, contamos con los testimonios de los coordinadores de la investigación. Sin más dilaciones llamo como testigo a Laura Bravo, inspectora de policía, profesora de la academia México y un factor clave en el desarrollo de la operación policial que ha llevado a mi cliente a sentarse en este banquillo.

Laura entra a la sala. Se sienta situando su boca próxima a un micrófono frente a todo el público. Después de las presentaciones y las formalidades, el ambiente se va haciendo más tenso, especialmente cuando llega el turno del fiscal.

-          Señorita Laura Bravo, ¿De qué manera comenzó usted a formar parte de la compañía de ballet Méxijo?
-          Presenté mi currículum y pasé un duro proceso de selección.
-          ¿Quiere decir que la compañía y su director no tenían conocimiento alguno de sus intenciones?
-          Exacto.
-          ¿Y pretende usted que crea que tuvo tanta suerte como para ser la seleccionada de entre cuántas exactamente?
-          Siete, señor.
-          ¿Y qué hizo para ser la contratada?
-          Nada especial. Asistir a la entrevista personal y hacerlo lo mejor posible.
-          ¿Y qué hubiera pasado si no hubiese sido usted la elegida? ¿Se habría detenido la investigación?
-          Me asombra que usted haya llegado a ser fiscal. Obviamente, más de la mitad de los candidatos éramos en realidad policías, y obviamente, la investigación no se restringe a esta compañía. Presentamos solicitudes de trabajo a academias de artes escénicos de todo el mundo, y hemos estado trabajando desde cada una de ellas. En algunas hemos conseguido infiltrarnos, pero contábamos con que no lo lograríamos en todas.

El fiscal piensa por un instante.
-          ¿Y cómo consiguió Alba entrar en la compañía?
-          Haciendo las mismas pruebas de selección que el resto de sus compañeros, aunque sí es cierto que colaboré activamente convenciendo a los demás miembros del jurado de que era el perfil que la compañía necesitaba.
Mire señor fiscal, voy a terminar rápido. La señorita Alba se limitó a cumplir órdenes superiores y es precisamente de las personas que forman este equipo que contaba con menos información.
-          Entonces me dirá que no tiene nada que ver que mantuviese una relación con Enrique Rodríguez, trabajador en esa compañía.
-          En absoluto. El amor surge cuando menos lo esperamos, y nadie elige de quién se enamora. Si le parece, le cuento cómo sucedió todo, y así usted puede juzgarlo por sí mismo.

 “Una noche genial para salir a dar una vuelta. Es el cumpleaños de Joss, el mejor amigo de Enrique, así que este se dispone a arreglarse para salir a celebrarlo. Van todos a cenar a una pizzería en Covent Garden. Son unos ocho chicos. Además, conocidos en la ciudad. Forman un grupo muy simpático. Cuando van juntos, parecen un anuncio de moda. Además de ser guapísimos, tienen un gran estilo. Esta noche Enrique ha elegido unos vaqueros oscuros y una camisa blanca Burberry cuyos puños quedan decorados por su estampado clásico de cuadros. La bufanda tiene el mismo estampado que los puños de la camisa, la cual lleva por fuera para darle un toque más informal. En lugar de zapatos, ha elegido zapatillas converse vaqueras. Después de pulverizar sobre su cuello la última fragancia de V&L y sobre sus axilas el desodorante Axe, se mira una vez más al espejo y sale de casa.

En la puerta le espera un mini Cooper S color marrón chocolate metalizado. Desde el morro hasta el culo del coche atraviesan horizontalmente dos líneas gruesas de un color marrón más claro. Al subir, lo primero que hace es dejar que suene su CD de Chris Brown y que la música inunde el pequeño coche. Después, arranca y se dirige hacia el lugar de encuentro con sus amigos. En ese preciso instante su móvil comienza a sonar. Es ella. Con un gran esfuerzo, Enrique rechaza la llamada. Durante el camino, sus pensamientos, una vez más, lo traicionan.

A veces se pregunta por qué en momentos tan insignificantes vuelve a recordarla. No han pasado más de tres meses, pero cree que es tiempo suficiente como para comenzar a tener la voluntad de olvidar a alguien, o al menos, apartarla, si no del corazón, sí de la cabeza. Es la primera vez que una mujer le hace tanto daño. Nunca creyó poder sufrir tanto por alguien, especialmente si ese alguien le hizo un día increíblemente feliz. Enrique mantuvo una relación de aproximadamente un año de duración, la relación más larga que ha tenido hasta el momento, y también la más intensa. Ha vivido momentos con ella que nunca olvidará. Momentos preciosos que quieren guardarse para siempre en un rinconcito del alma para no dejarlos nunca escapar. Recuerdos que, inevitablemente, aparecen ante tus ojos y te hacen sonreír, sea cual sea la razón por la cual no vayan a repetirse. El problema surge cuando esos momentos cada vez son menos frecuentes, y van aumentando las discusiones por pequeños detalles que se van clavando en el alma. Enrique comenzó a notar que su pareja cada vez deseaba compartir menos tiempo y menos cosas con él. Además, inventaba nuevas excusas para crear una discusión, y el día a día cada vez se le hizo más difícil. No obstante, él siguió luchando por su amor. La sorprendió con citas inolvidables, la llenó de regalos, la rebosó de cariño y amor aún en los peores momentos. Pero todo lo que comienza, puede acabar. Y así ocurrió. En mitad de una de las tantas discusiones que tenían, el trató de calmar las aguas:

-          Es que no aguanto ni un segundo más, esta situación está sobrepasándome.- Esta chica parecía enloquecer ante cualquier mínimo estrés.
-          Cariño, no es para tanto.- Enrique trató de abrazarla.- Ven aquí, vamos a solucionarlo. Sólo es una mala racha, vamos a salir de esta, y vamos a estar como antes.
-          No, nada es como antes. Me he enamorado de otro.- Y con una mirada fría huyó de sus brazos.
Enrique creyó oír un crujido en su interior. Creyó firmemente que algo dentro de él se había roto en mil pedazos.
-          ¿Estás segura? Es posible que por los problemas que estamos teniendo tus sentimientos se confundan y…
-          ¡No! ¿No te das cuenta? Esto no funciona desde hace tiempo, y eres hasta incapaz de hacerme frente… Es increíble. En serio. Esto acaba aquí.

Enrique no podía creerlo. Sin mediar una palabra más cogió su bufanda y su abrigo y se marchó. “Me he enamorado de otro”. Esas palabras retumbaban en su cabeza sin cesar. Las lágrimas se lanzaban valientes desde sus ojos.  Pero llovía intensamente, nadie advirtió su tristeza.  
Le duele recordarlo. Le duele haberle colgado. Pero es lo que debe hacer. Después de salir de su vida, María Isabella tuvo un romance con el chico del que se enamoró. Un romance fugaz que llegó a su fin en poco más de un mes. Entonces, decidió que había tomado la decisión incorrecta, y que debía reparar su error. Fue entonces cuando Enrique volvió a dejarse amar. Qué lástima que sólo durara unas semanas, sólo hasta que ese chico volvió a aparecer y entonces Enrique volvió a quedarse al margen. De eso hace ya tres meses. Ahora, desde hace cuatro días recibe llamadas y mensajes de María Isabella. Por primera vez desde hace mucho tiempo, Enrique ha decidido no volver a dejarse engañar. Rechaza sus llamadas y no contesta sus mensajes. Sigue amándola, pero ha aprendido a vivir sin ella. En momentos como este recuerda el fragmento de una de las historias de Jorge Bucay que su tía Annie le contó cuando lo vio tan deprimido:
“Él es el único que siempre es capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.”

Ahora su única esperanza es el tiempo. Pero esta noche quiere salir y divertirse. Y así lo hace. Cuando llega a Covent Garden, todos sus amigos están esperándole. Los saluda afectuosamente con palmadas en el hombro y toma asiento junto a Joss al principio de la mesa. Sobre esta, varias cervezas y botellas de vino. Alrededor, todos ríen y bromean felices de haberse reunido. Eligen pizzas diversas para cenar y cada vez más botellas de vino se van acumulando vacías en un rincón de la mesa. Lo pasan en grande. Hablan de sus trabajos, de sus estudios y de sus conquistas. A cada momento suena el chocar de las copas en el aire. Cualquier recuerdo o anécdota es motivo de brindis. Cuando pasa un grupo de chicas nunca faltan elegantes piropos. Para cuando terminan de cenar, todos ríen más y por cualquier cosa a causa del vino. Ahora, el destino es la casa de Joss, donde les esperan dos botellas de Cutty Sark, con las que siguen bebiendo durante una hora hasta que deciden salir a bailar. Se dividen en dos coches y quedan en la puerta de la discoteca Scala.

Allí, entran directamente sin hacer la enorme cola de jóvenes que aguardan en la calle bajo el frío de la noche. Con abrazos y palmadas en la espalda a los porteros, pasan, aún más, sin pagar entrada. Joss, el primero en pasar, advierte a dos bellezas que andan por la calle en sentido contrario. Una de ellas se ha dado cuenta de que las está mirando. Joss se acerca a uno de los porteros para hablarle al oído:
-          Déjalas que pasen, luego te pago lo que consuman. 

Capítulo 6. Segunda Parte.


En la noche de Camden las personas beben cerveza en la calle apoyados en las repisas de las ventanas de los bares. Algunas chicas visten vestidos cortos y de tirantes y ni si quiera llevan chaqueta. Estarán acostumbradas, supongo, pero me da frío sólo al verlas. Hay bastante movimiento por las calles. Allí esperamos algo menos de cinco minutos hasta que llega un taxi libre. Este es de color negro liso, sin publicidad ni inscripciones, pero me sorprende más de lo que esperaba. En su interior, tras el conductor, hay asientos para cinco personas, de manera que se puede viajar de espaldas al conductor, y también de la forma corriente. Puedes hacer el trayecto de forma cara a cara con tu acompañante. Ariela se sienta de espaldas al conductor y yo lo hago en frente de ella.
-          A la mejor discoteca, por favor.- Indica Ariela.
-          Sí, señorita.
El taxi atraviesa diferentes zonas de Londres que desconocemos,  hasta que llegamos a la puerta de la discoteca. Ariela entrega el importe al taxista y este marcha. Una larguísima cola de gente rodea el frente de la discoteca. Al menos cien personas esperan para entrar. Tres hombres escoltan la puerta de entrada. Ellos deciden quién es digno de entrar y quién no. Pasamos por delante de ellos con el fin de llegar al final de la hilera de personas y aguardar nuestro turno. Cuando pasamos por delante de la puerta, un grupo de chicos está entrando. El primero de ellos le habla al oído a uno de los porteros. Este último mira en dirección a nosotras y nos hace un gesto con la mano para que vayamos. Así lo hacemos. Sin decir nada, levanta el cordón que prohíbe la entrada y nos indica con la cabeza que entremos. Al atravesar el hueco que el cordón ha dejado libre, me detengo, le miro y pregunto:
-          ¿Por qué?
-          Cumplo órdenes.- Contesta.- Un buen amigo y cliente me lo pidió. Tomad estas pulseras, podéis beber lo que queráis. Invita la casa.
-          Gracias.- Contestamos riendo.
Ariela y yo nos miramos sorprendidas a la vez que divertidas. Menuda racha. Esperemos que sigamos saliendo gratis todo el año. Es genial. Entramos bailando antes de advertir qué tipo de música suena en el momento. La discoteca es inmensa, está abarrotada de personas y la música suena tan alta que parece que está golpeándote el pecho. Multitud de focos de colores se mueven de aquí a allá sobre la pista. Un DJ mueve los platos mientras tambalea su cabeza, sujeta por su mano izquierda, que se apoya en sus cascos para oír mejor. Hay gente que baila de forma desmedida, otros se apoyan en la barra y beben sin más. Nosotras hacemos un poco de todo. Bailamos un par de canciones en la zona break, y después nos alejamos un rato a la barra a descansar, hablar y reír. Es entonces cuando él se nos acerca.

Capítulo 6. Primera Parte.


Ariela y yo salimos a dar una vuelta. No sabemos muy bien dónde ir, por lo que decidimos simplemente dar un paseo por Notting Hill. En prácticamente todas las tiendas que encontramos hay carteles indicando la dirección al mercadillo de Portobello, así que decidimos seguir las indicaciones. Mejor dicho, no es un mercadillo, sino un enorme mercado. El mercado de Portobello es posiblemente uno de los mayores mercados de anticuario del mundo. En su origen, Portobello Road fue un mercado de fruta hasta 1960, año en el que empezaron a instalarse los anticuarios que hoy llenan la calle. El mercado es maravilloso. Tanto, que inspiró a Cat Stevens en una de sus canciones, y es escenario de películas como "Bedknobs and Broomsticks", rodada en 1971, y “Notting Hill”. De hecho, el personaje interpretado por Hugh Grant trabaja en una tienda conocida en el mercadillo como Notting Hill bookshop.
Hoy no llevamos dinero encima, por lo que nos limitamos a mirar y disfrutar de la escena. Por las calles de Portobello Road puedes encontrar cualquier cosa. Puestos de venta de CDs o discos de vinilo, tiendas de ropa, zapatos y complementos, muebles de estilo antiguo, prendas de cuero, productos ecológicos y un sinfín de productos variados. Además, hay puestos de comida, uno de los cuales capta mi atención. Una pizarra muestra en grande la palabra “SPANISH”. Debajo, anuncia churros con chocolate por tres libras y media. No puedo evitar reírme así que el señor que está preparándolos me ofrece probar uno. Sin dudarlo, cojo el churro que sostiene con su mano.

Unos metros más adelante veo a una señora que me resulta familiar. Arrastra su carrito de la compra por la calle. Es Annie.
-          ¡Annie! ¿Qué tal?
-          Hola, querida. ¿Qué tal?
-          Muy bien, estábamos dando una vuelta. Esta es Ariela, va a vivir también en su casa.
-          En ese caso me alegro de conocerte. Supongo que Alba ya te habrá puesto al corriente de todo.- Annie sonríe dulcemente.
-          Sí, gracias Señora- Ari le devuelve la sonrisa.
-          ¿Cómo estás en el piso?- Se dirige a mí.- Espero que estés cómoda.
-          Sí, estoy genial, es comodísimo. Bueno, he decorado la habitación, espero que no le importe.
-          No- Annie ríe.- Cómo iba a importarme.
-          Bueno, Annie, ¿quiere que la ayudemos a llevar la compra? Podemos acercársela a casa.
-          Gracias, pero no es necesario.  No quiero entreteneros.
-          Pero si no nos cuesta nada, venga, la acompañamos.
-          Está bien. Pero entonces tendréis que quedaros a tomar algo. Es lo mínimo que puedo hacer. Y no me trates de usted. Me hace sentir como una anciana.  
-          De acuerdo.- Ambas sonreímos.

Seguimos nuestro camino disfrutando de cada parte que íbamos conociendo de Londres.  Annie nos cuenta algunas cosas del mercadillo, de Londres, de su vida… Es una mujer adorable. Sus pequeños ojos azules transmiten ternura. Y ella es toda paz y amor. Cuando llegamos a su casa, prácticamente nos obliga a entrar. O mejor dicho, ella se ve obligada a devolvernos el favor invitándonos a ello. Cortesía inglesa.
Una vez dentro, Annie nos ofrece diversos refrescos. Yo acabo tomando una pepsi y Ariela un nestea. Ella, toma un vaso con agua. Nos habla con cariño y dulzura. Incluso nos invita a quedarnos a comer. Pero sabemos que no debemos abusar de la confianza, y nos marchamos tras algo menos de una hora. 

-          ¿Y dónde vais a comer?
-          En casa, claro.
-          ¿Puedo preguntar qué comeréis?
-          Eh, sí, claro. Pero aún no lo sabemos.
-          Tengo preparada comida, y siempre hago de sobra. Si no queréis quedaros, llevaos un poquito a casa.
-          De verdad, Annie, no es necesario.
-          Ya sé que no es necesario.- Y se dirige a la cocina sin dar opción a negarle la propuesta. Sale con una bandejita en la mano cubierta por un paño. Dentro guarda un pastel de pollo y champiñones. - Quizá cuando lleguéis no esté caliente, pero también puede tomarse frío.- Nos comenta Annie mientras entrega a Ariela la bandeja.
-          Gracias señora.
-          Annie, Annie. Ariela, llámame Annie.
-          Sí, lo siento- Ariela sonríe.- Gracias Annie.

Las dos salimos de casa de Annie para volver a casa. Apenas llegamos a la calle, mi móvil vibra en el bolsillo del pantalón. Son ellas.
-          ¡Bailarina!
-          Hola Irene.
-          ¡Enhorabuena!
-          Gracias
-          Sabíamos que lo conseguirías…- como siempre, tienen el manos libres y Rocío también habla.- …pero casi preferiría que no te hubiesen cogido.
-          Joder, mira que eres plasta, habíamos quedado en apoyarla ¿no?- Irene y Rocío casi nunca están de acuerdo.
-          Vamos a ver, ¿qué pasa?- Pregunto intrigada.
-          No sé, me alegro por ti ¿vale? Pero me da miedo que estés tan lejos tu sola. Preferiría que siguieras aquí con nosotras.
-          Lo sé, yo también os echo de menos, pero es mi gran oportunidad. Y no estoy sola. Ya tengo una amiga. Vive conmigo.
-          Lo sabemos, por eso te apoyamos y estamos contigo.- Sé que Irene obliga a Rocío a que asienta.
-          Claro.- responde esta- Y por eso, ¡Ya tenemos billete! El martes iremos a verte.
-          ¿En serio?
-          Sí, por eso y porque no queremos que nadie nos sustituya.- Rocío se hace la graciosa.
-          Que imbécil, nadie podría sustituiros.
-          Ya lo sabía, es más, estoy segura de ello. No hay nadie como nosotras.  
-          Escuchadme, voy a entrar al metro, seguro que se corta. Estoy deseando que llegue el martes. Os necesito ya.
-          Y nosotras a ti. Un beso.
-          Un beso. Adiós.

Ariela y yo bajamos las escaleras de entrada al metro.
-          ¡Mis amigas vienen esta semana!
-          ¡Qué bien! Estoy deseando conocerlas, se nota que estáis muy unidas.
-          Sí, muchísimo.
-          Espero llevarme bien con ellas.
-          Seguro que sí. Ellas se llevan bien con todo el mundo. Además, seguro que les encantas.  
-          Eso espero.-  Ariela sonríe tímidamente. Realmente quiere caerles bien.

Es casi la una, así que gracias a la hora y al olor del pastel de pollo, empezamos a tener hambre. Llegamos a casa y nos disponemos a comer en la pequeña mesita que separa los sofás de la televisión. Hemos colocado dos manteles individuales de color  verde pistacho sobre la mesa. Gracias al material plástico, no resbalan y hacen más cómo comer tumbada en el sofá, alargando la mano para coger algo de pastel cuando es necesario. Además, he preparado un plato de frutos secos. Mientras comemos, miramos un rato la tele, pero no encontramos nada interesante, así que comenzamos a hablar.
-          Esta noche podríamos salir a dar una vuelta. Es viernes, y debe haber ambiente, y he oído que las discotecas de Londres son espectaculares.
-          Por mí bien.-  Ari se pone un poco seria.- Aunque no tengo nada que ponerme, pensaba ir a dar una vuelta en un plan más tranquilo. Aún no tengo aquí la ropa para arreglarme.
-          Menudo problema…- Le contesto en tono irónico.-  ¡yo me he traído de todo! Ven, a ver qué te queda mejor.
introducimos en él móviles, pintalabios y llaves de casa, así como el dinero de ambas. Nos ponemos los respectivos zapatos de tacón y salimos a la calle pisando fuerte y con ganas de comernos el mundo.
Ariela busca en el armario. Saca varias prendas y se las pone sobre sí misma para mirarse en el espejo. Pasamos un buen rato viendo como se pone y se quita mis camisetas. Reímos con las que le quedan grandes o feas, y de vez en cuando aplaudo si algo le favorece. Finalmente, uno de mis tops le queda fantástico.
-          Eh, a ver qué pasa, al final te va a quedar mejor que a mí mi propia ropa. Vas preciosa.
-          Claro, ¿no te habías dado cuenta de mi tipazo?- Ari se toca las caderas y se mueve sensualmente. Después se ríe y pierde toda sensualidad echando su cabeza hacia atrás.  – Bueno, ¿qué? ¿Puedo ponérmela?
-          ¡Pues claro! Venga, pasa a la cama, ahora me toca a mí.
Ariela ha escogido un body tipo corsé color marrón con un estampado en flores. Sobre él, ha decidido ponerse una chaqueta de hilo color beige, y por supuesto, sobre todo ello, un buen abrigo.
-          Voy a llevarlo a mi cuarto, así lo preparo para cuando vayamos a vestirnos.
-          Ok.
En unos segundos ya está aquí de vuelta, la oigo corretear por el pasillo, y para cuando levanto la cabeza, pasa a gran velocidad por la habitación hasta caer de un salto sobre la cama. Yo también me pruebo diferentes cosas, incluso vestidos. Una camiseta morada con toda la espalda al aire, una negra ceñida con gran escote, camisas diversas, un vestido con estampado de flores, una falda rosa…
Volvemos a pasar un rato agradable entre risas, quejas por las partes de nuestro cuerpo que no nos gustan y halagos de la una a la otra en las partes que nos envidiamos. Ariela tiene poco pecho. Lleva sujetadores que le hagan aparentar más. Es la parte de su cuerpo que menos le gusta. Yo suelo quejarme por la barriga. Ya puede decirse que somos amigas. Mientras hablamos acerca de todo y de nada, doy con el conjunto estrella. Un par de vaqueros rasgados y una camiseta dorada de mangas anchas y muy caída de un hombro. Como complementos, unos zapatos abotinados color arena, un gran collar con un medallón dorado y unos grandes pendientes dorados en forma de aro. En contra del frío, una cazadora marrón color camel de piel. Cuando lo tenemos todo elegido, pasamos al baño. Las dos nos duchamos rápidas. La lentitud viene después.
Nos hidratamos la piel con crema mientras dejamos en nuestro cabello las mascarillas correspondientes. Después, volvemos a enjuagarlo. En ropa interior nos cruzamos una y otra vez en este pequeño cuarto de aseo. Ariela empapa su pelo en espuma moldeadora y con el difusor lo seca con la cabeza hacia abajo. Mientras, yo trato de secar el mío frotando la toalla contra él. Me dirijo a mi habitación para vestirme, pero paso antes por el comedor para dar un toque de ambiente a la situación. Introduzco en la mini cadena uno de los CDs de Rihanna. De nuevo, antes de ir a la habitación voy de camino al baño bailando por el pasillo al ritmo de “Man Down”.  Cuando asomo por la puerta, Ariela está echándose laca y mueve las caderas al ritmo.
Las dos nos maquillamos, cada una a su estilo y con el color que mejor combine. Ariela se maquilla los ojos azules. Yo, en marrón y dorado. Algo de colorete, gloss, y estamos listas. A Ari se le ha quedado el pelo perfecto. Sus rizos han dejado de ser rebeldes gracias a la espuma y la laca y se lo ha ladeado colocando una flor en su lado izquierdo. Ahora sí que estamos preparadas. Cojo un bolso cruzado con estampado de leopardo e introducimos en él móviles, pintalabios y llaves de casa, así como el dinero de ambas. Nos ponemos los respectivos zapatos de tacón y salimos a la calle pisando fuerte y con ganas de comernos el mundo.



miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 5. Segunda parte.


Nadie de los que esperábamos la noticia consigue reprimir la alegría. Una chica rubia se lleva las manos al pecho mientras sonríe. Un chico aprieta sus puños con fuerza mientras se muerde los labios. Ariela y yo nos miramos y nos cogemos de la mano. Pero nadie se da cuenta de la alegría de los demás, cada uno se encuentra inmerso en sus emociones. Señalando a las personas que le acompañan, Salvador continúa con su explicación.

-          Estos son algunos de los profesores que tendréis, pero obviamente, no los únicos. Estos, además son los representantes de la compañía. El resto se encuentra dando clase al resto de los grupos, ya que, como sabéis, en este complejo también formamos a los nuevos bailarines.- Señala al señor de la prueba médica.- Este es el señor Paul Normington. Él será vuestro médico. Por último, - dice mientras señala al chico joven.- Enrique será vuestro fisioterapeuta. Tenéis el derecho de asistir a él tantas veces como queráis, siempre que pidáis cita. Todos los gastos los cubre la empresa. Os recomiendo que asistáis al menos una vez por semana para evitar contracturas. A continuación os daré unos documentos que debéis rellenar con vuestros datos personales. Mientras, desvestíos para tomaros algunas medidas.

Nadie pronuncia ni una palabra. Nadie se atreve. Nos limitamos a cumplir órdenes. Todos nos quedamos en mallot, mallas, medias, y diversas prendas ajustadas. Nos hacen quedarnos descalzos y van midiéndonos, pesándonos y tomándonos medidas a cada uno de nosotros. Quizá haya personas de diez nacionalidades distintas en el grupo. Todos somos jóvenes. El mayor del grupo no llega a los veinticuatro.  Mientras unos se pesan, otros son medidos, y otros aprovechan para rellenar las matrículas. Mientras, Don Salvador continúa informándonos sobre algunos aspectos.

-          Como observáis, sois catorce miembros. Y como recordaréis, sólo habían nueve vacantes. Seis de vuestros compañeros son veteranos. Si tenéis alguna duda podéis comentarla con ellos. Estos son María Isabella, Sergey, Tatiana, Jarek, Zdenka y William.

María Isabella es italiana, este año entra en la compañía su prima Angelica. Sergey y Tatiana son rusos, Jarek polaco, Zdenca es checa y Will es de Liverpool. Junto a ellos, formaremos parte del equipo una estadounidense, Ashley; un brasileño, Thiago; otra rusa, Irina; Paola, de origen argentino; una yugoslava, Marina (ella es la bonita chica rubia con la que también coincidí en la prueba de admisión); un irlandés, Thomas; Ari, y finalmente, yo.

-          Menuda mezcla ¿No?- Le pregunto a Ariela, quien responde guiñándome un ojo.
-          Me pido al brasileño.- Contesta. Entre risas, escuchamos las últimas indicaciones.

-          Bien chicos, entreguen sus hojas de inscripción a la chica de recepción y os fotocopiará vuestro documento nacional de identidad en el momento. La misma chica os entregará vuestros horarios. Los que vienen con beca deben anotar en la casilla de “observaciones” cómo la consiguieron para que nos pongamos en contacto con ellos. El resto, anoten los datos bancarios para cargar los recibos mensuales y el gasto de matriculación. Podéis marcharos. Nos vemos el lunes a las siete en el salón de actos. Sean puntuales.

Cada nuevo bailarín sale de clase deseando avisar a sus familiares y celebrar la nueva noticia.

Con la documentación en la mano, Ariela se fija en mi foto del carné de identidad. Casi se ahoga de la risa. Casi toda la fila se gira para mirarnos. Acto seguido le arranco el suyo de las manos.
-          Mierda, sales bien.
-          Claro que salgo bien. ¿Qué creías?- Ariela sonríe de forma exagerada.

Giro el DNI para ver el reverso. Sin quererlo, elevo la voz. De nuevo, vuelven a mirarnos.
-          ¡¿Diecisiete años?!
-          ¿Qué haces? ¡Cállate! – Riéndose me quita el carné de las manos.
-          ¿En serio? ¡Eres una cría!
-          Vaya, gracias vieja pelleja.
-          Vete a la mierda.- Las dos reímos.- Pensaba que tenías por lo menos diecinueve.
-          Pues ya ves. Soy toda una mujer.- Sonríe resplandeciente.

Hacemos cola durante unos diez minutos. En ese momento, todos hemos llamado ya a alguien.

-          ¡Mamá! ¡Me han cogido!
-          ¡Lo sabía mi vida! ¡Carlos! ¡La han cogido! ¡Enhorabuena!
-          Gracias. ¡ah! Y ya tengo compañera de piso.
-          ¡Eso es genial mi vida!
-          Bueno, voy a entregar unas cosas, luego hablamos ¿vale?
-          Vale mi vida, un beso.
-          ¡Bye!

Ariela hace lo mismo al mismo tiempo.

-          ¡Mamá! ¡Me aceptaron!
-          ¿En serio? Enhorabuena mi amor.
-          Gracias mamá, por cierto, encontré piso con una compañera del grupo. Envíame mis cosas por correo ¡me quedo en Londres!
-          De acuerdo, esta tarde lo preparo todo y mañana mismo te lo envío.
-          Está bien, ma. ¡Hablamos!
-          Hablamos.

También aviso a mis dos tesoros:
“Chicas, acabáis de recibir un mensaje de la nueva bailarina de la compañía México. Os quiero”

Recogemos los horarios, entregamos la documentación y salimos a la calle.
En el camino, escribo otro mensaje.

“Estoy dentro, esta semana iré a verle y le voy informando. Alba Marín.”

-          ¿Damos una vuelta?
-          ¡Sí! Hay que celebrarlo.
-          ¿Qué haces?- Pregunta Ariela.
-          Nada, aviso a mis amigas.- Contesto mientras guardo en el bolsillo de mi pantalón mi iphone.


En otra zona de Londres, un joven ambicioso que trata de ganar dinero fácil, recibe una llamada.
-          El material que me has mandado es una mierda. Aún no he salido de Inglaterra y ya he tenido que pegarle una paliza a una de las chicas.- El árabe habla un inglés perfecto, debido a los múltiples negocios internacionales que tiene entre manos.
-          Bueno, es de entender que las chicas traten de defenderse. Usted sólo exigió algunos requisitos físicos. – Contesta el chico tratando de mantener la calma, sabiendo a quién se enfrenta.
-          No me tomes por gilipollas. Mañana tengo que presentarlas y no puedo tratar de vender a una chica con la cara amoratada, por muy modelo que sea. Quiero una chica para esta antes de mañana.
-          Pero eso es prácticamente imposible… no puedo conseguirlo.
-          Créeme, lo harás. ¿Eres consciente de con quién estás tratando?
-          Sí, por supuesto.
-          Pues lo harás.
La comunicación se corta, el árabe apaga su cigarrillo en un cenicero de cristal. El joven ambicioso se echa el pelo hacia atrás y se acaricia la cabeza tratando de averiguar si no se habrá introducido en un mundo más peligroso de lo que se esperaba.