domingo, 22 de julio de 2012

CAPÍTULO 1. primera parte.



CAPÍTULO 1. 

Mis  muñecas comienzan a resentirse a causa del peso de las esposas. Los puntos del hombro también me molestan, aún me tiran. Saco la cabeza de entre mis manos, apoyo los brazos sobre la mesa y miro al frente. Esta luz tan brillante me molesta en los ojos. Tengo que cerrarlos un poco para acostumbrarme.

-          ¿De verdad esto es necesario? – Pregunto.
-          Sabes que sí. Necesito que me lo cuentes todo, desde el principio.
-          Usted ya lo sabe todo.
-          Y tú ya conoces el procedimiento. – Dice mientras pone en funcionamiento una cámara de vídeo donde quedará grabado todo mi testimonio.
-          ¿Por dónde quiere que empiece? ¿Por cuando usted me contrató? – Le digo desafiante.

“Por fin piso tierra firme, un par de minutos más en el aire y hubiese perdido incluso la conciencia. Detesto los aviones, siempre los he odiado aunque nunca hubiese subido a uno. Para todo hay una primera vez, la mía ha sido esta, y espero no tener que repetirla en mucho tiempo. Sí, lo reconozco, tengo pánico a los aviones.

Me aparto el pelo de la cara, miro al cielo mientras exhalo un suspiro de alivio, y cuelgo sobre mi hombro derecho mi bolso intentando avanzar rápidamente para protegerme de las finas gotas de lluvia que el cielo me regala a mi llegada al aeropuerto de Stanted, Londres. Londres, frío, Londres, lluvioso. Londres, mi destino. Menos mal que en el último momento decidí abrigarme y cogí mi gorro de lana beige para protegerme el pelo de la lluvia, y la bufanda y los guantes de Burberry  que me regaló mi abuela por mi último cumpleaños. Cómo la voy a echar de menos. Huelo mi bufanda y el aroma al perfume que me regaló la última Navidad, también me hace recordarla.  Espero poder volver pronto a casa y celebrar con la familia el ritual de cada año. Con toda la familia. El comedor de casa de mis abuelos pasa la noche abarrotado de paquetes envueltos en  un papel brillante de diferentes motivos navideños, para acabar a la mañana siguiente con los restos de envoltorio y cajas vacías esparcidas por los suelos, además de un sin fin de alegrías y agradecimientos por cada regalo recibido. Entristezco a causa de los recuerdos. Un momento, Alba, ¿no estarás dudando? Esta es tu oportunidad. Sí, es mi oportunidad. Levanto la cabeza, alzo la vista y piso el suelo decidida en cada paso que doy. No quiero distraerme y mucho menos si ello me supone entristecer.

Decido observar a mis compañeros de vuelo. A unos viajeros esta lluvia les agrada más que a otros, o al menos eso expresan sus rostros. Algunos llevan prisa por llegar a una reunión importante; un grupo de jóvenes españoles, calculo que más o menos de mi edad, corren entre risas y gritos ansiosos por conocer la ciudad. Otros bajan del avión esperanzados de que alguien esté esperándoles, otros son tan serios que apenas puedo adivinar qué destino inmediato les depara. Sigo corriendo hasta notar que ya no me cae lluvia sobre el gorro. He entrado al edificio. A diferencia de otros, yo no tengo prisa. Nadie me espera y no tengo ninguna cita importante. Al menos no hasta mañana.

Desorientada, leo carteles informativos en un idioma que no es el mío, hasta llegar a las cintas del equipaje facturado. No tengo que esperar más de un minuto para ver llegar mis dos grandes maletas. Tiro de ellas con fuerza y avanzo por las instalaciones del aeropuerto en busca del puesto de Terravision[1], el autobús que me llevará hasta el centro de la ciudad de Londres.

Siguiendo de nuevo las indicaciones en el idioma anglosajón, bajo una planta por escaleras, esta vez, desafortunadamente no mecánicas, y llego con algunas dificultades hasta el autobús, que estacionado, espera al resto de viajeros. Respiro hondo, e introduzco el pesado equipaje gracias a la ayuda del conductor. Una vez dentro, escojo el primer asiento libre que veo, el primero a mi derecha.
Reposo la cabeza sobre el cristal y cierro los ojos a la espera de otra hora de viaje. Una hora. Sólo una hora me separa de la que puede ser la experiencia más decisiva de mi vida. Qué pena que en ese momento no fuese capaz de adelantarme a los acontecimientos y saber cuán importante sería realmente esa experiencia. 



[1] Transporte de viajeros desde el aeropuerto de Stansted hasta el centro de la ciudad de Londres y viceversa. 


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