miércoles, 7 de noviembre de 2012

Capítulo 21. Segunda Parte.


El beso acaba lentamente, como si nuestros labios se resistieran a separarse. Se hace un silencio que esconde miles de sentimientos. Nuestras bocas, simultáneamente, se tornan en una sonrisa. El marrón de sus ojos, ahora brillantes de emoción, miran a los míos.
-          ¿Estás lista, pitufa?- Dice mientras apoya su mano en mi cintura.
-          Casí, grandullón.- Respondo antes de darle un fugaz beso.

Con un poco de crema hidratante y algo de colorete estoy lista. Mientras, Enrique ha preparado la silla de ruedas. Ahora es mi turno. Vuelve a tomarme y una vez en la calle me sienta en la silla.

En seguida comienzo a ver la aglomeración de gente en las calles, y sobre todas ellas, allí, en lo más alto, el puente que anuncia la entrada a Camden Lock. A ambos lados de la calle, puedo ver las increíbles fachadas que decoran las tiendas. Una zapatilla enorme, unos pantalones, un dragón chino… todo sobresale de la pared llamando la atención a los transeúntes, anunciándoles lo que el establecimiento ofrece.  Lo fotografío todo.
Recorremos cada parte, cada rincón del mercadillo, cada puesto, feliz sobre mi silla de ruedas, empujada por él. Comemos una lasaña, yo sobre mi silla, y él sobre un asiento con forma de moto frente  a una barra. Le saco una foto. Después, otra foto en la que sale tras de mí un león gigante como los de Trafalgar Square. Seguimos paseando entre puestos, oímos música en un viejo tocadiscos, nos transportamos al futuro en Cyberdog, y volviendo a casa, descansamos frente al riachuelo. Él, tumbado en el suelo. Yo, frente a él, sigo en mi silla, mirando el río.
Me mira, sonríe, y se levanta. Me da un suave beso en la frente y se sitúa tras de mí para empujar la silla. Me dejo guiar por él apoyando mi barbilla sobre la mano, y observando la multitud de gente que camina por las calles de Camden. Caminamos en silencio, supongo que él igual que yo, pensando cada uno en sus cosas.

Volvemos a casa, y una vez me ha dejado en la cama para descansar, se sienta a mi lado y se despide mientras me acaricia el pelo:

-          Bueno, pitufa, yo me voy, voy a ver el trabajo que tengo para mañana y a organizarme para venir a empezar la rehabilitación en serio ¿Vale?
-          Vale. – Se acerca para besarme, pero apoyo mis dedos en sus labios y lo detengo.- Gracias, Enrique.
-          ¿Gracias? ¿Por qué? – Pregunta sorprendido.
-          Por este día tan bonito, por hacerme compañía, por divertirme…aunque me ha faltado volver a bailar contigo, ha sido un día perfecto.
-          No te preocupes, cuando vivamos juntos bailaremos todas las noches.

Suelto una carcajada, especialmente por lo surrealista que me parece hablar de algo tan serio con alguien a quien conozco unos días, pero luego pienso durante un segundo, y me doy cuenta de que nada me gustaría más, así que mirándolo fijamente a los ojos, le pido:
-          Promételo.
-          Lo juro. – Contesta a menos de un centímetro de mi rostro justo después de situar sus manos alrededor de mi cuello.

Sonrío, y mis ojos se humedecen.
-          En serio, Enrique, Gracias.- Susurro.
-          No digas tonterías, lo hago porque me apetece estar contigo. Soy yo el que te tiene que dar las gracias.
-          ¿A mí? Anda, ¿Y por qué?- Pregunto mientras río sorprendida.
-          Por aparecer en mi vida.- Susurra junto antes de besarme y de decirme adiós al marcharse.


Sonrío y me recuesto en la cama, enamorada. Giro la cabeza hacia un lado fijando la vista en la mesilla. Me incorporo y abro el cajón de la mesilla en busca de ella… ahí está, la alcanzo y la uno a mi pecho. Mi hermana…. Y me vuelvo a recostar mientras las lágrimas inundan mis ojos, pues me prometí no volver a ser feliz sin ella… y no puedo evitar sentirme culpable por serlo.  No es justo. Esto debe acabar. Jamás seré feliz si ella no está conmigo. Punto. 

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